lunes, 30 de junio de 2008

Number four: Europe’s living a celebration

Mira tú qué bien me viene la fotillo para ilustrar la foto del día que inunda la actualidad. Por si alguno no se ha enterado aún, hemos ganado a Alemania en la Eurocopa. Lo saben hasta los neoyorkinos que lo han leído hoy en su “The New York Times”. Ésta quizá sea mi favorita de entre todas las fotos que hice en Casablanca porque resume un poco cómo es la ciudad: tiene mar, clima cálido y dos generaciones muy diferentes: una donde las mujeres mayores aún tienen por costumbre cubrirse la cabeza, otra donde la nueva generación abraza Occidente y todo lo que de allí procede, incluido el fútbol, del que Marruecos suspira apasionado. A los chavales les encanta el fútbol. No se bañan en la playa. El agua se aburre mientras contempla cómo los niños (y no tan niños) juegan al fútbol en la orilla enfundados en camisetas de Kaká, Torres o Val Nistelrooy. Ya puede llegar un tiburón a la orilla que nadie se percatará de ello. Una pasión por el fútbol europeo que Casablanca va impregnándose al igual que hoy se empapa el resto del mundo tras la Eurocopa de Austria y Viena. Anoche yo no tenía puesta la camiseta del Barça, como la que tiene el niño, ni siquiera la de España. Unos trocitos de queso manchego (sí, tierra de Iniesta) fueron mis únicos acompañantes patrios para ver el partido, ya que ni familia, ni amigos ni mi querido santo me acompañaban en una noche que se intuía que iba a ser apoteósica. Ayer me di cuenta que me pone triste estar sola en casa... pero más triste me parece ver sola un partido de fútbol. Mi canto al gol de Torres fue un canto descafeinado. El eco, al menos lo puso la calle. Goles son amores, pero los goles, (como los amores) mejor si son acompañados. Conclusión: compañía para la próxima vez. Pero a ser posible, querida selección, que sea antes de otros 40 años.

¿Foto?: De charleta por la playa

martes, 17 de junio de 2008

Numbers two and three: La pitanza

En nuestro periplo por Casablanca lo más divertido fue la hora de la pitanza. Digo divertido porque ver a mi santo comer esa rica fuente de pescado, gambas y calamares fritos si un usar un sólo dedo tiene su mérito, os lo digo yo que he sido testigo. La forma de comer del resto de los comensales, entre los que me encontraba yo, fue lo más parecido a esos banquetes de Asterix y Obelix, llenándonos de grasilla hasta el codo y más allá. Y qué decir del cous-cous. La foto no hace justicia al tamaño descomunal de la fuente que generosamente la familia de Hicham quiso compartir con nosotros. Al parecer es el plato del “viernes”, como aquí la paella los domingos. Fue un momento muy muy especial cuando nos repartieron una cuchara a cada uno y comimos todos del mismo plato. ¡Me sentí como una auténtica mora! Y aunque no es de mucha costumbre rajar mientras se come, yo antes muero si no hablo. Para rematar la faena, tomamos 800 vasos de un té casero muy azucarado en una sala de “Las mil y una noches” donde toda la familia desaparece como si nada (también es su costumbre) dejando a los invitados que planchen la oreja solos y a gusto...

¿Fotos?: Pescaíto frito y la piscina de cous-cous

lunes, 9 de junio de 2008

Number One: Blanco a cascoporro

Los marinos portugueses del siglo XV van a la colina de Anfa, donde está construida esta pequeña ciudad marroquí y se ponen a dar patadas a todo, a tirar cañones desde sus buques y destrozan todo lo que pillan. Tres siglos después, un sultán llamado Mohamed Ben Abadía decide reconstruir este lugar para preservarlo de más desembarcos lusos. La ciudad es llamada “Dar El Beida”, que significa literalmente: casablanca. Y se manda construir una mezquita, una madraza (como lo es mi madre) y de un hammam... un sitio público donde los árabes (tanto hombres como mujeres) se lavan y se relavan hasta quedarse igual que el color de sus casas. Yo fui a lavarme a un hammam y ahora me confunden con Michael Jackson...

¿Foto?: Vista de Casablanca desde terraza hotel

martes, 3 de junio de 2008

Siempre nos quedará Casablanca...

Mi santo y yo hemos viajado a la ciudad que tiene nombre de película... y una película que por cierto no se rodó ni una sola toma en la susodicha ciudad marroquí. Hay que decir que Bogart y Bergman eran un poco sosos, no como mi santo y yo, que hemos comido cous-cous casero del mismo plato y nos hemos subimos con taxistas suicidas y sobrevivimos y todo. Muy pronto, las mejores tomas de la Casablanca... de verdad.

¿Foto?: Bogart y Bergman en exposición Festival de Cine de Sitges 2007.