En nuestro periplo por Casablanca lo más divertido fue la hora de la pitanza. Digo divertido porque ver a mi santo comer esa rica fuente de pescado, gambas y calamares fritos si un usar un sólo dedo tiene su mérito, os lo digo yo que he sido testigo. La forma de comer del resto de los comensales, entre los que me encontraba yo, fue lo más parecido a esos banquetes de Asterix y Obelix, llenándonos de grasilla hasta el codo y más allá. Y qué decir del cous-cous. La foto no hace justicia al tamaño descomunal de la fuente que generosamente la familia de Hicham quiso compartir con nosotros. Al parecer es el plato del “viernes”, como aquí la paella los domingos. Fue un momento muy muy especial cuando nos repartieron una cuchara a cada uno y comimos todos del mismo plato. ¡Me sentí como una auténtica mora! Y aunque no es de mucha costumbre rajar mientras se come, yo antes muero si no hablo. Para rematar la faena, tomamos 800 vasos de un té casero muy azucarado en una sala de “Las mil y una noches” donde toda la familia desaparece como si nada (también es su costumbre) dejando a los invitados que planchen la oreja solos y a gusto...
¿Fotos?: Pescaíto frito y la piscina de cous-cous
3 comentarios:
Qué limpitas me quedaron las manos... Ah...
-CK
A mí también me quedaron limpitas cuando me las lavé... ¿Recuerdas ese lavabo que tenía literalmente folios en lugar de toallitas suaves para secarse? Por poco me quedo sin líneas en las palmas ;-)
Lois! Había borrado esa imagen de mi mente... Qué baños, mamma mía!
-CK
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