domingo, 25 de noviembre de 2012

"Terri", indie con clase

Hacía tiempo que no veía una peli indie. Y hacía tiempo que no disfrutaba tanto. (Inciso informativo: fue a través del Festival de Cine 4+1 que organizaba esta vez la Fundación Mapfre. Un Festival de Cine Independiente, que se celebra hasta hoy día 25 simultáneamente en varias ciudades de todo el mundo, como Bogotá, Buenos Aires, Ciudad de México, Río de Janeíro y Madrid). Pon una película modesta en tu vida, rodada con poco dinero, y de vez en cuando gozarás. No existe tal refrán, pero deberían inventarlo.Y es que es verdad que por cada 100 pelis indies, 80 son truños, truñacos de historias sin sentido, que nos las venden en plan "te voy a contar una movida rara, una historia que yo mismo empecé a escribir en una servilleta en un bar de barrio cutre y sucio mientras me tomaba un pelotazo, pero que ahora que he empezado resulta que me he liado ya no sé cómo demonios terminar, así que de perdidos al río, la filmo y allá la interpretas tú como buena gana te dé". Pero las otras 20 están bien. Mucho mejor que tantas otras comerciales que llegan a nuestras carteleras.

La de ayer por la noche en los cines Golem de Madrid fue divertida. "Terri" es divertida, entrañable y dramática al mismo tiempo. "Terri" cuenta la vida diaria de un  teen obeso norteamericano (obeso porque no para de comer "beans and toast") que va al instituto porque no tiene más remedio, pero va en pijama porque así es como se siente más cómodo. El bicho raro de la clase, cómo no. Que no conoce ni a su madre ni a su padre y que vive con su tío que tiene alzheimer en una caseta a la que llamar casa. Buen chaval. Listo, aunque él no se siente cómo tal. Y diferente porque no está en la onda del resto de la clase. No encaja en ese mundo de estudios, de chicos guapos sanos y deportivos que viven en casas de lujo. Quién no se ha sentido muchas veces diferente y raruno cuando era más joven. Que levante la mano.

Terri, el teenaager protagonista, acaba haciéndose amigo de un chaval raro y delgaducho, otro incomprendido del insti que se arranca los pelos de la cabeza y bebe whisky malo para parecer guay. De una de las populares de la clase que cae en desgracia tras ser calificada como una buscona (sí, putilla) por el chico del que estaba enamorada. Y del director del centro, un tipo raro y divertido al mismo tiempo, el único capaz de hacerse amigo de los  alumnos más frikis e incomprendidos. John C. Reilly es el actor que interpreta al director. Con deciros eso, ya merece la pena ver "Terri". Reilly está soberbio en la peli. Como siempre. 

Una pena que el festival indie de Mapfre termine ya. Pero podemos encontrar muchas películas independientes hoy en día. En festivales de cine. En http://www.filmin.es/ una web donde podemos bajarlas por muy poquito dinero. En casa, seguro que si eres cinéfilo, alguna con modesto presupuesto la encuentras en tu videoteca particular.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Mi vida sin tí (Dublín)

La vida sin Dublín se me está haciendo rara. Muy rara
He nacido y vivido en Madrid durante 29 años. Sólo he pasado 3 años en Dublín. Ahora, a mis 32 regreso de nuevo a mi país de origen, aunque todavía, sin haberse cumplido aún dos meses de mi vuelta, me siento como una extraña en mi propia tierra. ¿Que cómo echo tanto de menos Dublín? Porque allí he sido más libre y feliz que en los últimos años vividos en Madrid. Y ya sabemos que la memoria humana tiende a retener y guardar aquellos últimos recuerdos y vivencias que más nos han hecho felices de los últimos años. Yo todavía debo andar en el proceso de volver a engancharme al carro de la felicidad española que tan lejos me queda en el recuerdo. 
Porque viví con mi novio más de un año y medio en un pisito de aquel  inquietante 'chinatown'.
Porque conseguí un trabajo en el extranjero en 22 días.
Porque hice compañeros de trabajo, algo nuevo para mí.
Porque era la primera vez que me felicitaban por hacer muy bien un trabajo que en la vida había imaginado poder hacer.
Porque conseguí poder expresarme en otro idioma que no fuera castellano. 
En Dublín me sentía grande en una ciudad muy pequeña. En Madrid me siento muy pequeña en una ciudad cada vez más grande.
En Madrid la vida anda a cámara lenta. Especialmente si tienes que empezar de nuevo de la nada más absoluta. Una nada que pasa por hacerse lo antes posible con dos cosas: un lugar en el que vivir y un trabajo con el que ganarse el pan. He tardado casi un mes en encontrar un piso para vivir. De lo otro no he hecho más que empezar. Dos semanas mandando centenares de currículums y los que me quedan. Y a esperar. La tarea quizá más dura y difícil.
El otro día una conocida me dijo que mi vuelta a España había sido un suicidio. Dos veces me lo dijo. Pero la decisión de volver ya fue tomada hace tiempo y de nada sirve vivir entre lamentos. No queda otra que ante el panorama laboral que se me presenta agarrar el toro por los cuernos y tratar de encontrar un trabajo lo antes posible.
Después de todo, es en en las crisis donde, dicen los que más saben, hay que sacar todo el ingenio.