Quién me iba a decir a mí que 30 días después de aterrizar en Dublín mi primer trabajo en este país sería de camarera. Una de mayor no sueña con ser camarero porque es una de esas profesiones en las que uno acaba cayendo sin querer, pero cuando una servidora deja su país para trabajar vestida de pingüino (como es mi caso) se convierte en una opción más que normal y hasta digna. Supongo que a nadie le encanta cargar platos para llevarlos a la mesa o limpiar los restos de comida de las mesas (cómo no va ser mucho mejor sentarse en la mesa, pedir y que te traigan la comida), pero ese es el trabajo de una camare@ y eso es lo que ahora estoy haciendo en una pequeña y cuca crepería del centro de Dublín. En lenguaje taurino: ahora se trata de ver los toros desde la barrera. Después de todo, servir a la gente no está del todo mal, sobre todo cuando al dejar el plato te dicen “thanks a million” o te muestran una sonrisa. Después de todo, quizá en esta vida no todo es ser arquitecto, periodista, director de un banco o policía, que hay otros trabajos que en los nunca habíamos reparado pensar ni por un segundo, pero que puede que por una temporada no estén del todo mal. Por cierto, que ahora el mío está pinchando en la foto de la derecha del siguiente link: http://www.andersons.ie/
¿Foto?: Vaya camarera sexy