Hoy es el día más largo del año, por lo tanto la noche más corta. En Dublín el día pinta como siempre (para mi pesar): gris, algo de viento, lluvias intermitentes todo el día. Hoy tengo el día libre. Salgo a tomar un café, visito varios supermercados en busca de alguna oferta de comida. Vuelvo a casa. Como. Me quedo en el sofá hipnotizada viendo cómo raquetea en Wimbledon Roger Fereder. La idea era ir al cine a las 6 de la tarde. Hoy martes, día del espectador en ese cine, la sesión cuesta más barata, pero al final voy sola porque la compañera de trabajo tiene otros planes para esta tarde. "The Beaver", con tan buenas críticas, me deja un poco así-así, en buena parte porque no entiendo ni la mitad del inglés que habla Mel Gibson. Salgo del cine, las calles están medio desiertas y son sólo las 8 de la tarde. El día más largo del año y me parece el más triste y desangelado. Todas las tiendas están cerradas. Y encima empieza a llover. Llego a casa, donde me espera la sombría y fresca habitación, en la que aún duermo tapada con el grueso edredón y pijama largo. No tengo a mano ni a mi madre, con la que me gusta hablar más que por los codos; las amigas quedan lejos, igual que mi santo varón, que me echa tanto de menos como de menos le echo yo.
Maldito ataque de soledad.
Menos mal que mañana será otro día.
1 comentario:
Te voy a comentar este post, pero por acción y no por palabra.
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