He aquí el resultado (fresh, claro) de mi nuevo blog, que se debe 100 % a mi querido santo, que ayer me suplicó que si podía cambiar el diseño de mi blog. Yo le dije: "bueno, vale, cámbialo, si quieres". Porque yo, con lo perezosa que soy para estas cosas, ni se me pasa por la cabeza. Él, más contento que un niño con una bolsa de petas zetas, se lanzó a la aventura estética y en diez minutos así me dejó la página. ¿No ha quedado mal la cosa, no?
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